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Recomendaciones para administrar medicamentos a ancianos

    Recomendaciones para administrar medicamentos a ancianos

    Administrar medicamentos a ancianos ha de realizarse con cuidado, pues, en esta etapa biológica, muy a menudo la farmacología posee una importancia esencial en la estabilidad de la salud de la persona y su calidad de vida. Personas de avanzada edad sufren con mayor frecuencia diversas enfermedades crónicas, que no pocas veces se vinculan a la polimedicación. Y, tanto el riesgo a la hora de consumir fármacos inapropiados, como las interacciones, reacciones adversas y efectos secundarios de diversa índole que puedan deparar estos fármacos, perjudican en mucha mayor medida a una persona anciana que a otra que se halle en etapas precedentes de la vida.

    De ahí la gran preocupación actual por racionalizar el uso de los medicamentos. Potenciar la calidad de la prescripción médica, cuidar la selección de los fármacos dentro de la amplia oferta terapéutica actualmente existente, y llegar, por lo tanto, a maximizar la seguridad del paciente junto con la mayor eficacia de los tratamientos y de los cuidados, son los objetivos fundamentales que se persiguen. A tales fines, se están empleando instrumentos como las guías farmacoterapéuticas.

    Por qué se ha de cuidar con más esmero la medicación de los ancianos

    A la hora de administrar los fármacos a las personas ancianas, debemos contar siempre con la prescripción facultativa y el consejo del médico. Hemos de tener en cuenta que el paciente anciano posee una serie de características propias y connaturales al proceso biológico de envejecimiento, características que hemos que tener sobremanera presentes a la hora de administrar la medicación:

    • Las personas de avanzada edad son más susceptibles al daño de los tejidos, porque con el envejecimiento disminuye la reserva funcional fisiológica: es decir, que se reducen o restringen los límites del organismo a la hora de soportar situaciones de daño o estrés. Ello afecta, principal y fundamentalmente, a la función cardiaca y renal, y también a la espera psíquica del individuo.
    • Se disminuye, asimismo, la masa magra, y por lo tanto, el volumen de los músculos, en tanto que aumenta la grasa corporal, y todo ello afecta de manera considerable a la capacidad funcional del paciente.
    • Se reduce la capacidad de homeostasis, es decir, de autorregulación interna del organismo. Por lo tanto también se merma en comparación con etapas previas de la vida la capacidad de adaptación externa a los cambios.
    • Desciende la eficacia de los mecanismos de control por parte de las hormonas y del sistema nervioso autónomo, y ello se refleja en una ralentización de las respuestas complejas que exigen la coordinación de distintos sistemas orgánicos. Ello redunda, por consiguiente, en una situación de mayor vulnerabilidad y de equilibrio inestable del organismo del paciente.
    • Comienzan a declinar las funcionalidades de algunos órganos del cuerpo. Este fenómeno no sucede en todos los órganos de manera simultánea y ello se conoce como envejecimiento diferencial del organismo.
    • Desciende la vitalidad, que es entendida en términos médicos como la capacidad para enfrentar las exigencias biológicas del día a día.
    • Se reduce la capacidad reparadora del ADN y de la síntesis de proteínas.

    Tanto algunos problemas y determinadas patologías tradicionalmente vinculadas al envejecimiento o a grupos de edad avanzada, como la tendencia a pérdidas de memoria o a estados psíquicos y anímicos depresivos en los ancianos, nos exigen ser especialmente cuidadosos a la hora de supervisar la medicación de las personas mayores. En estos grupos de edad el abandono de los horarios de medicación prescritos por el facultativo es mucho más notorio que en edades precedentes.

    Cuidado, por lo tanto, con el exceso de medicación y con saltarse los horarios de los fármacos.

    Por todo ello, administrar medicamentos a ancianos es una tarea que requiere de una especial responsabilidad, que no debe ser pasada por alto.